jueves, 20 de noviembre de 2008

IRREVERSIBLE

El vestido. Ese que vive
desde hace tiempo en el ropero.
Ese vestido. Mi vestido.
Largo, a lunares rojos
sobre fondo blanco,
el de los volados.
Hace danzar mis recuerdos
cada vez que lo veo.
Ese que pide salir de su funda
cuando abro el ropero.
Yo lo complazco
cada vez que puedo
y desde el suelo, entonces,
a mi mejilla levanta vuelo;
la acaricia
y lánguidamente vuelve a caer;
ya estuvo en mi hombro
y busca otro amparo:
parece saber dónde anidar.
Obedecen mis pies
su natural intuición.
Sí, aquí están
los zapatos de tacón,
los de sevillana,
rojos, con hebillas,
para la otra pasión.


Y a punto de desatar
tanta espontánea emoción,
la realidad nos detiene
sin ninguna compasión:
veintisiete años pasaron
y ya yo soy otra yo.

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