miércoles, 15 de octubre de 2008

Quizàs esto sea un simple comienzo.





Quizàs en este mismo momento las dos estemos escribiendo quizás.

Mi primera frase parece visualmente capicúa (mismo si lo único que tienen en común son la palabra de comienzo y de final), no importa, lo hice así porque sé que te gusta lo circular, comenzar y terminar casi en lo mismo, repetir, repetirse, como fotocopiar un estado del alma sin perder la cordura.
Conectadas por un único cable de vida, estamos sincronizadas, vibrando en distintas sintonías, en dos hemisferios opuestos que se atraen, casi en las mismas latitudes pero patas para arriba.
Este cable que nos conecta es una infinita linea cilíndrica por donde pasan transmisiones sutiles que por momentos son visibles pese a su invisibilidad (comparable con la electricidad).
Cuando levanto la mirada de mi cuaderno naranja, veo gente que pasa a paso de turista (parecido al de una azafata en el pasillo enfrascado de un avión en turbulencia), las rejas de la plaza son verde oscuras, por qué será que las rejas suelen ser verdes en todas las plazas de todos los países?
El otoño es la estación mas triste, las hojas caen con la gravedad lenta y exagerada de un mimo que evita la caída sobre el escenario.
Consigo ver mi sombra en el asfalto, el sol salió de su cueva para cortar con el gris crónico de París.
París se parece a las cenizas, es una gran montaña de viejos recuerdos, que puede traducirse en una hoja de periódico.
Montevideo se travistió durante mucho tiempo en París, pretendiendo una coquetería que no existe y que nunca existió, como no existe la elegancia de los parisinos, como no existe mas el can can y el vals a tres tiempos, París no es mas París, Montevideo sigue siendo Montevideo.
Me siento acompañada, sé que estás del otro lado del mundo intentando llenar de poesía tu cuaderno. Tu voz es tal cual la imaginé antes de haberla conocido esta tarde...es extraño como la imaginación es parte de la realidad y viceversa....uno se queda maravillado cuando confirmamos aquello que presentíamos.
Llovizna aquí y allá (mismo si hay sol y no llovizna).
Un barco de turistas atraviesa el Sena, tan verde como las rejas de la plaza.
No recuerdo mi nombre, es raro, no se como me llamo...pienso en francés y en español, tengo la sensación que no soy de ningún lado, pero pasa una paloma y sé que es una paloma, no pienso en francés cuando la miro, ni siquiera entiendo como paloma puede decirse de otro modo.
Hay imágenes que son intraducibles, hay imágenes que son siempre las mismas (sobre todo cuando hablamos de palomas), una mujer de cabellos ondulados se sienta a mi lado, disca un numero y habla en inglés con un tono enojado, nosé lo que dice (mismo si estudie inglés) no comprendo o mejor dicho no quiero comprender lo que esta diciendo, es su vida, son sus palabras y ella no me habla, yo tampoco.
Las campanas sonaron una sola vez anunciando vaya a saber que hora...no es posible que sean las tres,
si hablé hace rato con Luz y creo haber entendido que ya eran casi las tres....extraño! imagino que no son las cuatro, espero que no sean las cuatro porque tengo otras cosas que hacer.
Me estresa solo de pensar que tengo que hablar con una mujer que no consoco, tener que hablarle de mi trabajo, tener que defenderlo con mi francés acotado (tengo una reunion de trabajo a las cuatro de la tarde).
Entonces, por que suenan las campanas? tengo hambre, ahora recuerdo que no almorcé, una paloma almuerza un lote de migas bajo mis pies, siempre hay migas frescas en París! porque siempre hay gente que pasa y todos sueltan entre sus mordiscos migas, todos pasan comiendo, no importa a que hora del día porque París es un lote de turistas sin rutina.
También hablarás de las palomas? seguro que hay palomas grises sobre las cabezas y las manos de los angelitos de la fuente Matriz, en todas las ciudades hay palomas.
En la plaza “San Marcos” en Venecia, los turistas se ponen comida en los brazos y se sacan fotos con postura de espantapajaros (o de jésus crucificado) con caras de asco o de sorpresa, es la plaza mas abierta que conosco (luego de la Independencia), con numerosas y desplumadas palomas grises.
No consigo distinguir mi tristeza del hambre, no consigo distinguir las palomas de Montevideo con las de París.
La Notre Dame pide fieles a gritos!!!!!!!!, pero solo entran turistas que esconden sus ojos detrás de sus cámaras de fotos, una mujer de buzo rojo se detiene a mirar la parte alta de la iglesia, cuando levanto la mirada del piso la mujer ya no esta a mi costado, solo hay palomas y mas palomas.
El infierno debe estar repleto de palomas que picotean migas en los talones de los pecadores, no quiero ir al infierno! en el cielo seguro hay mariposas, gansos o sardinas, pero de seguro no hay palomas.
Un padre le habla a su hijo (nosé en que lengua, puede que sea chino, coreano, japonés o vietnamita) mientras deja caer su pequeña mano en el hombro diminuto de la niña con gorro de visera.
Un grupo de turistas atraviesa el puente, no creo que miren la iglesia, parecen estar concentrados en las listas de precios de las tiendas de souvenir, estoy segura que sus ojos están concentrados en sus propios bolsillos.
Un parisino pasea a su perro peludo a paso lento mientras habla por teléfono distrayendo su vista en los rostros asiáticos que pasan o en las cinturas diminutas de las danesas adolescentes, quizás solo esta pensando en su mujer y deja caer sus pestañas en los transeúntes que pasan por delante de su mirada.
Una muchacha pedalea sonriente sobre el empedrado circuncentrico de la calle, tiene un tapado gris como el cielo, de un fieltro abrigado y hediondo, ella sonríe, parece enamorada o al menos contenta de estar en esta ciudad, quisiera preguntarle cuanto cuesta su felicidad, pero eso no me incumbe, me pregunto cuanto cuesta la mía? se me llenan los ojos de lágrimas y pienso en la existencia de dios.
Quizás entre en la iglesia, quizás allí encuentre a dios y a sus aliados....hace un tiempo que perdí mi buena suerte, quizás hoy la encuentre (como encuentro centavos o palomas) por las calles de París.
Me vino una puntada en el riñon izquierdo que me recuerda que siempre se puede estar peor de lo que se está, intento ponerme positiva, mentirme a mi misma, sonreír cuando estoy profundamente triste.
Nuevamente mi sombra me sorprende, el sol viene y se va, como un péndulo ligero que atraviesa las nubes, el sol salio de su cascara celeste y se queda en lo alto con una tibieza tímida de otoño.
Seguirá lloviendo en Montevideo? quizás la lluvia solo sea recuerdo y solo quede un molesto piso empapado, o por lo contrario quizás la llovizna paso a ser una lluvia pareja y estés cubierta bajo algún techo arrinconada en tus ideas.
Acá los techos de los edificios son tan lindos! están cubiertos de antiguos temporales y granizos, seguro hay gente trepada de los altillos contando autos sin saber que hacer o que decir, quizás hallan oficinistas gordos que atraviesan la peatonal Sarandí en este momento, imagino un avión de papel que planea sobre los techos de todos los edificios e imagino tu mirada perdida en las gotas de lluvia.
Por qué cada vez que levanto la mirada de mi cuaderno, me encuentro con una mujer de buzo rojo?, (no es la misma mujer, esta es flaca y alta, la otra era baja y gorda), los zapatos de los turistas son poco elegantes (porque suelen ser confortables) y juntan en cada paso la incertidumbre de un caminar guiado de mapas plàstificados, multiplicados en millones y millones de impresiones que mueren en basuras o en estantes inservibles.
Quizás en estos momentos estés diciendo quizás en voz baja, para tus adentros, delinenado con tus pupilas las siluetas desconocidad que por alli pasan, intentando encontrar alguna anécdota que rompa con lo veijo y sabido de siempre.
Una pareja sonríe frente al Sena, me detengo en esa imagen de ternura, de alegría, de luna de miel que algunos alcanzan,el sonido de las ruedas de las valijas rompe con el “collage” de lenguas extrangeras, pienso en las ruedas de las valijas, en su utilidad, en su redondez, en su mala calidad, pienso en la adrenalina de ser una rueda de una valija de viajero empedernido.
Contrario a esto, pienso en lo monótono de ser rueda de una valija que no viaja, viviendo en un placad, bajo la oscuridad y el anonimato de una persona que vive entre cuatro paredes (porque no puede o no quiere salir de su propia rutina).
Termino el relato con una sorpresiva y alegre "troupe" de niños que sonríen pasando sus tiernos dedos por el contorno de la iglesia, todos sonríen, todos parecen haber salido de una fábrica de chocolate o de un parque de diversiones, sin embargo solo es una plaza gris, una esquina ordinaria que algunos nos animamos a fotografiar.
Quizás en estos momentos estés terminando tus versos con la misma sonrisa con la que termino, y la esencia sea la misma, y las dos estemos embarcadas en un mismo viaje a kilómetros y kilómetros de distancia....


Cathy Burghi

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